miércoles, 21 de noviembre de 2012



Existe un concepto en Psicología positiva llamado resiliencia que básicamente consiste en la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformadas por ellas (Grotberg, 1995)

Personas que han vivido situaciones traumáticas, críticas, a veces inhumanas, independientemente de su edad, han podido salir de ellas de forma admirable y aún más, fortalecidas.

Vivimos un tiempo en el que escuchar los distintos telediarios (no estamos libres de la manipulación informativa), leer un periódico (a veces con los titulares es suficiente para que la angustia se apodere de nosotros) , escuchar a nuestro vecino o al compañero de trabajo (en el caso de trabajar), o tal vez la propia situación... problemas, crisis económica, recortes, frustración, desilusión, paro , desahucios, desastres naturales... ¿Cómo podemos vivir? ¿Cómo nos levantamos cada mañana para enfrentarnos a un nuevo día, donde parece que el único cambio es para peor?. ¿Cómo mantenemos una actitud positiva ante la suerte de acontecimientos, que escapan a nuestro control, aparentemente, en la mayoría de las ocasiones?.

No somos eternos y las situaciones tan poco lo son, las pesadillas se terminan y los sueños también.  El tiempo no deja de ser una invención humana que nos permite ordenarnos así como relativizar  las situaciones. Relativizar el hecho de no tener para comer es muy difícil (y maldita la gracia que hace), pero en algún momento, hasta esto tan básico, tiene que pasar por la idea de que no es para siempre. La siguiente idea estará focalizada en salir de ese hecho y en adquirir el conocimiento suficiente que nos lleve a algo mejor.

Mantenernos en la queja no nos ayuda. La energía que tenemos tiene que estar encauzada para conseguir estar bien,  sentirnos bien y obtener lo que deseamos. ¿Qué deseamos? Está es una pregunta clave cuya respuesta atraviesa nuestro propio conocimiento.

Es evidente que no deseamos que un tsunami nos arrebate lo que tenemos.  Pero ante los desastres naturales solo podemos volver a empezar corrigiendo los posibles errores cometidos.

Ante la muerte de un ser querido, por enfermedad o porque su tiempo se agotó (murió de viejito o viejita), o por un accidente que se nos antoja sin sentido,  sólo podemos pasar el duelo y concedernos un tiempo para sentir la tristeza y rehacer la vida propia, ocupando el espacio del vacío que deja la ausencia.

Nos movemos en sistemas de creencias y esto nos faculta para crear distintas realidades.    ¿Qué realidad queremos tener? ¿Cuál queremos vivir?  ¿Una realidad impuesta? ¿Una realidad propia donde somos los verdaderos artífices de nuestra existencia? Y si elegimos tener un sistema de creencias, que no sea impuesto ¿qué implica?.